Madrugón de los buenos, de esos que gustan, y te preguntas que
porque gustan. Pues es muy sencillo porque el fin del mismo no es ir a currar,
el fin es otro, quieres coger un avión y presentarte en un país que no conoces,
pero que tienes muchas ganas de conocer, así que según suena el despertador
como si tuvieras un resorte en el culo, te levantas de la cama, una ducha y te
vistes rápido. Compruebas que no te dejas nada y que la documentación la has
cogido, no quieres que no te dejen pasar inmigración y te jodan el fin de
semana largo (como llaman por aquí a los puentes).
Así que con todo comprobado y con la energía que te da el saber
que vas a conocer Bangkok, te montas en un avión que primero te va a llevar a
Singapur y que ni si quiera la estupidez de Airasia a cambiarte un vuelo y
hacerte pasar de una escala de dos horas a una de cinco te quita la sonrisa de
la cara.
Eso sí, menos mal que la escala es en el aeropuerto de Singapur,
donde la zona de fumadores y los sofás que tienen para pasar el rato hacen más
agradable la espera.
9 horas de viaje con espera incluida es lo que me llevo llegar a
Bangkok, cansado y con ganas de una ducha, hicimos la del mochilero, coger un
bus, un metro y pegar pateada hasta llegar al centro de Chinatown donde se
encontraba nuestro hotel.
Allí recibidos con un té y unas toallitas heladas, dejamos el
equipaje y puesto que eran las ocho de la tarde, nos dispusimos a salir hacia
el centro a comer algo.
Todo nuevo, todo cambia, el país es diferente, los tuk-tuk se
mueven por la ciudad y cuando llegas al centro te encuentras con un mercado de
camisetas, relojes, carteras, gorras… y gente mucha gente.
Entonces lo tienes claro, la primera calle que no te encuentras y
que decides pisar, es una de esas que está flanqueada por bares con neones en
sus entradas, con un montón de turistas que vienen y van, y los relaciones
públicas o debería de decir y perdón por la palabra “Púbicas”, pues no hacen
otra cosa que ofrecerte shows de chicas, de chicos, de lady boys, partidos de
“ping-pong”, bueno, la verdad es que tienen una oferta bastante grande.
Nosotros como teníamos hambre y cual zombis, solo podíamos pensar
en tomar una cerveza y algo de comer, tuvimos que declinar estas ofertas y
buscar un lugar algo más…”normal” para poder llevarnos algo a la boca (de
comida mal pensados).
Encontramos un pequeño rincón donde comer algo y tomar unas
cervezas locales mientras veíamos las idas y venidas de la gente, eso sí, una
vez terminado de cenar, tomamos una copita y… nos retiramos al hotel.
Continuará...
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