El segundo día en Bangkok, empezó tarde, nos costó un poco
levantarnos, supongo que fue la cerveza de la cena, pero una vez que lo
conseguimos, Hadriano (compañero del viaje) había diseñado ya un itinerario
para poder visitar los sitios más importantes de la ciudad.
Nos montamos en un tuk-tuk y pusimos rumbo al palacio real. Por
cierto, lo del tuk-tuk mola, en la práctica es un motocarro, eso sí, mejor
cogerlo cuando no hay atascos, porque si no te comes toda la contaminación del
mundo y eso no mola.
El palacio real, estaba lleno de inconvenientes, que si no puedes
entrar con pantalón corto y te tienes que poner unos largos, que si aquí no
puedes hacer fotos, que si por las zonas que irías, no puedes pasar,
bueno, más te vale hacer caso de las
prohibiciones porque aquí no se están con tonterías, si incumples algo te ponen
una buena multa y pueden hasta meterte unos mesecitos en la cárcel. Lo que más
me gusto del palacio es un mural enorme que tienen donde se cuenta la historia
del Budismo.
Una vez terminada la visita al palacio nos fuimos a un templo
Budista donde nos encontramos con el Buda postrado más grande del mundo, 47
metros de largo. Allí pudimos ver diversas “capillas” para el rezo y la
ornamentación que acostumbran estos lugares, además de un árbol, según ellos,
salido de un esqueje del árbol de la India en el que Buda alcanzó el Nirvana.
Este templo es también conocido por su escuela de masajes y teníamos la
intención de darnos uno, pero no supimos encontrar el lugar así que aplazamos
el masaje para otro momento.
Uno de los mejores momentos vino en el recorrido que hicimos por
los canales de Bangkok, a la que denominan la Venecia asiática (ni más ni
menos, ni os lo creáis), por este recorrido nos encontramos a las gentes del
lugar haciendo su vida cotidiana, bien descansando en un porche, usando,
jugando al fútbol, a las cartas, comiendo, bebiendo, hablando o simplemente
viendo como los turistas visitaban
su ciudad.
Terminada la visita turística, dimos un paseo hasta el hotel que
nos duró una hora en el que pudimos pasar por un mercado de flores en el que
puedes ver el buen trato que les dan a las mismas, en el interminable mercado,
también había puestos de comida típica del lugar y pequeños puestos donde comer
que a diferencia de otros que nos hemos encontrado en Asia, estos en todo
momento daban la sensación de ser aptos para poder consumir.
Una vez en el hotel, nos dimos una buena ducha, descansamos y
salimos a cenar algo, esta vez cambiamos de zona y fuimos un poco más a las
afueras, donde nos comimos unas buenas costillas acompañadas de una buena
cerveza, después de esto otra vez a la noche de neones, y es que aunque cambies
de zona, los garitos no cambian, aunque esta vez dimos con una buena banda que
nos amenizó las copas a ritmo de rock and roll.
Besos y abrazos.
Continuara...
Como siempre un placer leerte y ver que sigues a gusto.
ResponderEliminarUn abrazo, Víctor